domingo, 6 de enero de 2019

EL VIEJO Y LOS PUTOS


La historia me la contó Sergio, una marica vieja con la que tuve una cita concretada por internet un fin de semana del 2011 en los días posteriores al triunfo de Cristina Fernández de Kirchner. El tipo no dejaba de hablar del pasado y de lo mucho que él con su grupo de amigos habían luchado por cambiar esta sociedad argentina machista, patriarcal y homofóbica. Le gustaba sentirse parte de ese “nosotros”, y marcar la diferencia cuando hablaba de ese pasado.



El levante lo habíamos hecho por internet, por la página www.bearwww.com. Sus fotos eran actuales y en vivo no engañaban. Yo ya estaba bastante cansado de los chateos interminables para no concretar nada, fueron un par de mensajes y concretamos una cita en la dirección que me pasó. Sergio era un daddy atractivo, de esos osos gringos que se ven Older4Me. Con un hermoso pelaje gris cubriéndole el cuerpo y una barba prolijamente recortada. En las dos tetillas tenía piercings. Y en las fotos privadas exhibía una pija gruesa y venosa que llamaron mi atención. Lástima su amaneramiento inocultable que me la bajaba un poco. Los hombres maduros siempre me gustaron. El tipo estaba bueno a pesar de su edad, pero tenía demasiadas plumas para mí gusto, así que mejor que tener sexo con él, decidí escuchar las historias que me contó cuando estábamos en el living. Me miraba de arriba abajo, yo no sabía si le gustaba o si estaba decepcionado del encuentro. Su mirada era como un scanner que buscaba analizarme o encontrar respuestas a una pregunta que yo desconocía. Pero, había algo en común entre nosotros que íba más allá de la atracción sexual. Durante la cita me dijo que le atrajo de mí una foto que había en mí perfil con la remera de La Cámpora.

Sirvió café con unas masitas secas que tenían forma de flores y un círculo de dulce de membrillo riquísimo. Por momentos el viejo podía ser masculino, su voz más tranquila era seductora, y eso me gustaba. La duda me invadía y me calentaba un poquito. El humo del café colombiano hacía volutas perfumadas con un aroma encantador.

Comenzó a hablar de un tal Héctor, me contó que lo conoció a comienzos de los años´70 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En medio de una tumultuosa asamblea que no conducía a ningún lado y en donde todos gritaban y nadie se escuchaba. Hasta que la voz enérgica y potente de un flaquito de barba dijo lo que nadie esperaba oir: “¡Los presos políticos son nuestros compañeros! ¡Los presos de conciencia son nuestros compañeros! ¡Los presos sexuales son nuestros compañeros!”. Por un instante el silencio les arrebató las voces a los militantes y las palabras dichas quedaron flotando en el aire como la fragancia incómoda del palo santo quemándose en un cuenco de metal. Luego de ese efímero momento el caos volvió a la normalidad invadiéndolo todo nuevamente.

“¿Vos aparte de loca, sos boluda?”, me comenta haberle dicho al pibe que no conocía. Y que después de esa agresión, con un tono más suave y con todo su poder de convencimiento verborrágico, lo invitó a sumarse al Grupo Nuestro Mundo, el espacio en él que estaba militando desde fines de los ´60 junto a otros amigos. En ese momento me jura que ninguno de los dos imaginaba que de ese encuentro saldría un proyecto seminal del activismo LGBT argentino. Como estadística, me cuenta que fue en agosto de 1971 en un departamento del barrio de Once ubicado en la calle La Rioja al 100, que se conformó el FRENTE DE LIBERACIÓN HOMOSEXUAL más conocido como FLH. 

Yo estaba asombrado con su relato, como estudiante de periodismo y militante, jamás había tenido un personaje más interesante que ese daddy para entrevistar. Ya definitivamente no me importaba coger con él, sino sacarle toda la información posible que transportara a eso días de efervescencia política.
Sergio esgrimió una leve sonrisa, se quedó mirando el techo y comentó: “Me acuerdo de todas las maricas que estuvieron ese día en el primer encuentro del FLH”. Respiró profundo y los enumeró de a uno: “Juan José Sebreli, Blas Matamoro, Héctor Anabitarte, Manuel Puig y Juan José Hernández”.

Lentamente empecé a entender lo que me contaba. Yo amaba lo que él hoy odiaba, pero que en algún momento de su pasado había amado. Yo creía en eso que él en algún momento creyó, pero que hoy cuestionaba y rechazaba. Yo peleaba por lo que él alguna vez había peleado, y de lo que hoy no quería saber nada. No se cansaba de decir que El Viejo los había cagado, a él y a todos sus amigos, que habían creído en sus falaces palabras. En sus promesas de un país mejor para todos. Comenzó a hablar y me dijo:
-Votamos a Cámpora para que El Viejo pudiera volver. El 25 de mayo de 1973 hicimos la salida del closet en grupo con los chicos, nos fuimos todas las locas a la Plaza de Mayo el día de la asunción del nuevo presidente. Ese día estuvimos presentes con un cartel que tenía una frase que sacamos de la Marcha Peronista: “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad – Libertad a los presos políticos. FLH”.

Sus bonitos ojos celestes se le humedecieron y se le pusieron brillosos, y añadió con un tono de resignación: ´éramos tan ingenuos´. Nos dijeron: “Luche y vuelve. Luchamos, volvió, y el sueño fue una pesadilla”.

Sobre el escritorio de su despacho me llamó la atención un portarretrato antiguo de marco negro en el que está él junto a dos hombres que sonreían felizmente ante la cámara. Un Sergio juvenil mucho más flaco junto a un chico delgado de pelo negro, y otro de melena rubia con ojos hermosos. La foto no era de buena calidad, pero tenía  seguramente para Sergio un significado especial. Entonces le pregunté quiénes eran.
-El de la derecha es Héctor o Tito. Los más cercanos lo llamábamos así, por su apodo. Y el otro era su novio, Rubén, un pibe que trabajó con el padre Mujica en la Villa 31, y que era un cuadro de Montoneros. Ojo, yo no lo supe hasta mucho tiempo después todo esto que te digo –y con su mano arrugada sacó los restos de polvos que se habían acumulado sobre el vidrio-. Su reloj dorado hizo un destello brilloso.
- ¿Vos eras peronista?- le pregunté-.
- ¡Lamentablemente, si! –fue su respuesta lapidaria-. No porque creyera en sus ideas políticas, sino porque sabíamos que todo en ese entonces pasaba por la izquierda del movimiento. Era nuestra técnica trotkista clásica. Fue por eso que fuimos a Ezeiza a recibir al Viejo.
-¿En serio estuviste allí?¿Cómo fue ese momento?- le pregunté ingenuamente-.
-Apenas llegamos a Ezeiza, nos metimos en una columna de la JP. Cerca se veía el Comando Brito Lima, a Norma Kennedy, a Osinde. La JP intentaba poner una distancia considerable entre ellos y nosotros. Que se viera claramente dónde terminaba la columna. Nadie nos disputaba el espacio –lo relató con odio en sus ojos y voz áspera-.

Noté que en ese momento los recuerdos de muerte invadieron toda su mente. Sergio volvió a ese fatídico 20 de junio de 1973, El Viejo está de regreso en la Argentina luego de 18 años de exilio  en España. Una multitudinaria bienvenida en el Aeropuerto de Ezeiza para su recibimiento lo espera. Esa fiesta popular que sería una de las mayores concentraciones de gente en la historia argentina,  pronto se tiñó de rojo carmesí. La rivalidad entre la derecha y la izquierda peronista. Las balas, los heridos, las corridas y los cuerpos tendidos en el suelo. La Burocracia Sindical mostrando su poderío.Yo sabía cómo había pasado todo eso porque lo había leído en el libro “Un enemigo para la nación” de Marina Franco, en donde la autora cuenta la emboscada que le tendieron los sectores de derecha encargados de la organización del acto, y que fueron quienes comenzaron el enfrentamiento atacando a las facciones de la JP (Juventud Peronista) que estaban vinculadas con Montoneros y las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), quienes fueran recibidas a los tiros por grupos políticos y sindicales del ala tradicional del movimiento. Sergio no puede evitar conmoverse, no hizo falta que nadie dijera nada. Respiró profundo y dijo:
-Ese día habíamos preparado unos volantes con una frase muy bonita de Evita para repartir entre la gente: “Para los que resisten la evidencia de un proceso o calumnian lo que NO COMPRENDEN O PREFIEREN CALLAR…Son los que no recorren sino caminos conocidos, los inventores de la palabra prudencia, los que nunca quieren comprometerse, los cobardes, que nunca se juegan por una causa ni por nadie, los que no aman porque para ellos el amor es una exageración y una ridiculez…”.

Me sentí chiquito ante tanta historia vivida, y la tenía ahí, en frente mío, insoportablemente viva, latiendo. Con un hombre que me narraba su pasado y que no me era tan ajeno. Entonces me cuenta la complicada historia de amor entre Héctor y Rubén, a quienes amé después de conocerlos.

Héctor era activista dentro del FLH, en tanto Rubén era un tapado que formaba parte de los cuadros de Montoneros. Y me comenta:
-Ser puto en los 70 no era como es ahora. Ustedes se creen muy valientes por ir de la mano en la calle o darse un beso en público. Pero en esa época había que ser muy valiente para asumirse puto públicamente. Se hablaba mucho de “patria socialista”, pero pocos estaban dispuestos a socializar el culo, como decía la Perlongher.
Entonces me cuenta del discurso conservador de Montoneros que remarcaba los valores de la familia argentina como el rector de una sociedad ideal, en donde la homosexualidad y el placer por el placer mismo, eran vistos como valores imperialistas que buscaban la destrucción de la familia. Y que bajo estas condiciones el amor entre dos hombres solo podía existir en la clandestinidad, y que fue así como Héctor y Rubén lo vivieron hasta que todo se puso peor. Que la vuelta de El Viejo fue el comienzo del final para muchos. Y que la mella la encendió el teniente coronel Jorge Osinde, uno de los responsables de la masacre de Ezeiza, que acusó a los miembros de la Juventud Peronista y a Montoneros de “homosexuales y drogadictos”. Y que la respuesta de estos no se hizo esperar y pronto crearon la consigna que echaría por tierra cualquier posibilidad de entendimiento entre el FLH y el peronismo a la viva voz de: “No somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros”. Y añadió: “Recuerdo bien ese día y la cara perpleja del pobre Tito cuando vio pasar a Rubén gritando esa frase que era como un puñal en el corazón. El amor se le hizo trizas”.

Y efectivamente no estaba equivocado Sergio, lo que vendría sería más jodido.Los grupos enfrentados tenían por un lado a los que abogaban por una “una patria socialista”, a quienes se los conocía como la Tendencia Revolucionaria, integrada por grupos juveniles, organizaciones armadas, un ala combativa del sindicalismo, intelectuales y diversas fuerzas que venían de la izquierda. Y por otro lado, a quienes reivindicaban una “patria peronista”, los sectores de derecha conformados por la mayoría de la rama sindical, también conocidos como la burocracia sindical, que era el peronismo tradicional, algunos grupos de extrema derecha, y grupos anticomunistas y de seguridad ligados a López Rega. La burocracia sindical que había sido una barrera de contención durante los últimos años, con el giro a la derecha se convirtió en el instrumento del Estado Burocrático Autoritario.

-Pero no nos dimos por vencidos. Seguimos insistiendo y visibilizándonos. El 1 de mayo del 74 fuimos a la Plaza nuevamente. Esa sería nuestra última aparición pública porque todo se iba a poner muy pesado para todos.

Fue el momento del cisma, el punto sin retorno. Allí se produjo la ruptura de Montoneros con el movimiento peronista durante el acto por el Día del Trabajador en la Plaza de Mayo. Ese día, a pesar de las medidas tomadas por El Viejo, la guerra de cánticos antagónicos no cesaba. Las columnas de la Tendencia coreaban a viva voz: “Qué pasa general/está lleno de gorilas el gobierno popular”, la respuesta del viejo no se hizo esperar y les respondió tratándolos de “estúpidos” e “imberbes”. El duro discurso de El Viejo no tuvo sutilezas ni escatimó en agravios para la multitud y sin rodeos dijo las cosas que pensaba: “¡Compañeros! Hace veinte años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque se venían tiempos difíciles”, y continúo: “No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, ¡pese a estos estúpidos que gritan!”, en obvia referencia a Montoneros. Agregando: “Decía que a través de veinte años, la organizaciones sindicales se han mantenido inamovibles. ¡Y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años!”. Y sentenció: “¡Compañeros! Nos hemos reunido nueve años en esta misma plaza, y en esta misma plaza hemos estado todos de acuerdo en la lucha que hemos realizado por la reivindicaciones del pueblo argentino. Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes con todo lo que hemos hecho”.

Sergio me contó lo que sintió en ese momento:
-Nos quedamos mudos. El Viejo les había dicho “estúpidos” e “imberbes” a todos esos muchachos que habían consagrado su vida a él, que habían abandonado su vida personal para luchar por una patria mejor que era lo que les había prometido. Que habían tomado las armas y matado por él. ¿Y ese viejo de mierda prefería quedarse con la derecha conservadora? Busqué a Tito para encontrar alguna respuesta, pero él ya no estaba en la plaza.  
Supe que tras el duro cachetazo recibido la multitud solo atinó a responder con el cántico: “¡Montoneros carajo!”.Y que una vez recibidos los insultos, los cerca de setenta mil manifestantes ligados a la Tendencia abandonaron la plaza. Sería el principio del fin de una manera de hacer política. El  fin de la relación del padre que echa a sus hijos de la casa y jamás será perdonado.

-Después todo se fue a la mierda. La ortodoxia partidaria comenzó una persecución que tenía por objetivo “depurar” y “poner en orden el peronismo” por medio de la eliminación del “enemigo interno” y los “infiltrados”. Y los putos caímos en la volteada. No entrabamos en el modelo de patria peronista. Desde arriba se hizo el  llamado a una guerra santa contra el marxismo, por medio del cual exigían la reafirmación doctrinaria para esclarecer las diferencias ideológicas entre el peronismo y el marxismo. Ahí, todos pasamos a ser potenciales “subversivos”, fueras de derecha o izquierda.
Sergio no pierde su gracia mientras habla de sus días en cautiverio, pero evita dar detalles de cómo se lo chupó la Tiple A y como logró salir ileso. Yo tampoco se los pido, sé muy bien como trabajaban los hombres de López Rega. Pero me cuenta la situación final de otros
-Después de la muerte de El Viejo y el ascenso de Isabel al poder, ya ningún lugar era seguro para nadie. Mi amigo Héctor se fue del país en el 76, cuando los putos empezamos a ser vistos como subversivos. Tenía el corazón partido. Hace como diez años atrás estuvo por acá, es un escritor famoso que trabajó para Hollywood, pero no pude verlo en esa visita. Después de ese viaje desapareció del mundo del espectáculo. Su novio Rubén está desaparecido todavía, supe que tuvo un hijo con una compañera de Montoneros de nombre Mónica, pero el hijo nunca apareció. A la gorda Marta, una amiga en común la tiraron al Río de la Plata desde un avión, pobre gorda, era divina. Y con los chicos del FLH ya casi no tengo contacto, muchos murieron en el exilio. Yo estuve viviendo en París hasta 1984 cuando decidí volver.



La noche llena el cielo de estrellas y salimos al balcón a fumar un cigarrillo. La luna redonda parecía sonreírnos con su blanca palidez. El humo se dispersaba con el aliento frío del invierno en una Buenos Aires altanera como siempre.Sergio que era un zorro viejo sabía que era un polvo perdido, que lo libidinal se había disipado. No hacía falta que yo le dijera que entre los dos no habría contacto físico esa noche. A ninguno nos incomodó, continuamos mirando el cielo. Entonces comprendí que lo que él quería era simplemente hablar para que esa historia siguiera viva en otras generaciones y no muriera en la prisión del olvido, para que no despareciera como desparecieron los “suyos” sin que nadie los buscara. Para que esas voces desparecidas siguieran cantando la más maravillosa música.



BIBLIOGRAFÍA:
-“La Más Maravillosa Música (Una Historia de Amor Peronista)”.
OSVALDO BAZÁN

-“Un Enemigo para la Nación”.
MARINA FRANCO

-“Historia de las Clases Populares en la Argentina desde 1880 hasta 2003”.
EZEQUIEL ADAMOSVSKY

-“Fiestas, Baños y Exilios. Los Gays Porteños en la Última Dictadura Militar”. ALEJANDRO MORDARELLI-FLAVIO RAPISARDI