La historia me la contó
Sergio, una marica vieja con la que tuve una cita concretada por internet un
fin de semana del 2011 en los días posteriores al triunfo de Cristina Fernández
de Kirchner. El tipo no dejaba de hablar del pasado y de lo mucho que él con su
grupo de amigos habían luchado por cambiar esta sociedad argentina machista,
patriarcal y homofóbica. Le gustaba sentirse parte de ese “nosotros”, y marcar
la diferencia cuando hablaba de ese pasado.
El levante lo habíamos hecho
por internet, por la página www.bearwww.com. Sus fotos eran actuales y en vivo no
engañaban. Yo ya estaba bastante cansado de los chateos interminables para no
concretar nada, fueron un par de mensajes y concretamos una cita en la
dirección que me pasó. Sergio era un daddy atractivo, de esos osos gringos que
se ven Older4Me. Con un hermoso pelaje gris cubriéndole el cuerpo y una barba
prolijamente recortada. En las dos tetillas tenía piercings. Y en las fotos
privadas exhibía una pija gruesa y venosa que llamaron mi atención. Lástima su amaneramiento inocultable
que me la bajaba un poco. Los hombres maduros siempre me gustaron. El tipo estaba bueno a pesar de su edad, pero tenía
demasiadas plumas para mí gusto, así que mejor que tener sexo con él, decidí
escuchar las historias que me contó cuando estábamos en el living. Me miraba de
arriba abajo, yo no sabía si le gustaba o si estaba decepcionado del encuentro.
Su mirada era como un scanner que buscaba analizarme o encontrar respuestas a una
pregunta que yo desconocía. Pero, había algo en común entre nosotros que íba
más allá de la atracción sexual. Durante la cita me dijo que le atrajo de mí una
foto que había en mí perfil con la remera de La Cámpora.
Sirvió café con unas masitas
secas que tenían forma de flores y un círculo de dulce de membrillo riquísimo.
Por momentos el viejo podía ser masculino, su voz más tranquila era seductora,
y eso me gustaba. La duda me invadía y me calentaba un poquito. El humo del
café colombiano hacía volutas perfumadas con un aroma encantador.
Comenzó a hablar de un tal
Héctor, me contó que lo conoció a comienzos de los años´70 en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA. En medio de una tumultuosa asamblea que no
conducía a ningún lado y en donde todos gritaban y nadie se escuchaba. Hasta
que la voz enérgica y potente de un flaquito de barba dijo lo que nadie
esperaba oir: “¡Los presos políticos son
nuestros compañeros! ¡Los presos de conciencia son nuestros compañeros! ¡Los
presos sexuales son nuestros compañeros!”. Por un instante el silencio les
arrebató las voces a los militantes y las palabras dichas quedaron flotando en
el aire como la fragancia incómoda del palo santo quemándose en un cuenco de
metal. Luego de ese efímero momento el caos volvió a la normalidad invadiéndolo
todo nuevamente.
“¿Vos aparte de loca, sos boluda?”, me comenta haberle dicho al pibe
que no conocía. Y que después de esa agresión, con un tono más suave y con todo
su poder de convencimiento verborrágico, lo invitó a sumarse al Grupo Nuestro
Mundo, el espacio en él que estaba militando desde fines de los ´60 junto a
otros amigos. En ese momento me jura que ninguno de los dos imaginaba que de
ese encuentro saldría un proyecto seminal del activismo LGBT argentino. Como
estadística, me cuenta que fue en agosto de 1971 en un departamento del barrio
de Once ubicado en la calle La Rioja al 100, que se conformó el FRENTE DE
LIBERACIÓN HOMOSEXUAL más conocido como FLH.
Yo estaba asombrado con su
relato, como estudiante de periodismo y militante, jamás había tenido un
personaje más interesante que ese daddy para entrevistar. Ya definitivamente no
me importaba coger con él, sino sacarle toda la información posible que
transportara a eso días de efervescencia política.
Sergio esgrimió una leve
sonrisa, se quedó mirando el techo y comentó: “Me acuerdo de todas las maricas que estuvieron ese día en el primer
encuentro del FLH”. Respiró profundo y los enumeró de a uno: “Juan José Sebreli, Blas Matamoro, Héctor
Anabitarte, Manuel Puig y Juan José Hernández”.
Lentamente empecé a entender
lo que me contaba. Yo amaba lo que él hoy odiaba, pero que en algún momento de
su pasado había amado. Yo creía en eso que él en algún momento creyó, pero que
hoy cuestionaba y rechazaba. Yo peleaba por lo que él alguna vez había peleado,
y de lo que hoy no quería saber nada. No se cansaba de decir que El Viejo los
había cagado, a él y a todos sus amigos, que habían creído en sus falaces palabras.
En sus promesas de un país mejor para todos. Comenzó a hablar y me dijo:
-Votamos
a Cámpora para que El Viejo pudiera volver. El 25 de mayo de 1973 hicimos la
salida del closet en grupo con los chicos, nos fuimos todas las locas a la
Plaza de Mayo el día de la asunción del nuevo presidente. Ese día estuvimos
presentes con un cartel que tenía una frase que sacamos de la Marcha Peronista:
“Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad – Libertad a los presos
políticos. FLH”.
Sus bonitos ojos celestes se
le humedecieron y se le pusieron brillosos, y añadió con un tono de resignación: ´éramos tan ingenuos´. Nos dijeron:
“Luche y vuelve. Luchamos, volvió, y el sueño
fue una pesadilla”.
Sobre el escritorio de su
despacho me llamó la atención un portarretrato antiguo de marco negro en el que
está él junto a dos hombres que sonreían felizmente ante la cámara. Un Sergio
juvenil mucho más flaco junto a un chico delgado de pelo negro, y otro de
melena rubia con ojos hermosos. La foto no era de buena calidad, pero tenía seguramente para Sergio un significado
especial. Entonces le pregunté quiénes eran.
-El de la derecha es Héctor o Tito. Los más cercanos lo llamábamos así,
por su apodo. Y el otro era su novio, Rubén, un pibe que trabajó con el padre
Mujica en la Villa 31, y que era un cuadro de Montoneros. Ojo, yo no lo supe
hasta mucho tiempo después todo esto que te digo –y con su mano arrugada sacó
los restos de polvos que se habían acumulado sobre el vidrio-. Su reloj dorado
hizo un destello brilloso.
- ¿Vos eras peronista?- le pregunté-.
- ¡Lamentablemente, si! –fue su respuesta lapidaria-. No porque creyera en sus ideas políticas,
sino porque sabíamos que todo en ese entonces pasaba por la izquierda del
movimiento. Era nuestra técnica trotkista clásica. Fue por eso que fuimos a
Ezeiza a recibir al Viejo.
-¿En
serio estuviste allí?¿Cómo fue ese momento?- le pregunté
ingenuamente-.
-Apenas
llegamos a Ezeiza, nos metimos en una columna de la JP. Cerca se veía el
Comando Brito Lima, a Norma Kennedy, a Osinde. La JP intentaba poner una
distancia considerable entre ellos y nosotros. Que se viera claramente dónde
terminaba la columna. Nadie nos disputaba el espacio –lo relató
con odio en sus ojos y voz áspera-.
Noté que en ese momento los
recuerdos de muerte invadieron toda su mente. Sergio volvió a ese fatídico 20
de junio de 1973, El Viejo está de regreso en la Argentina luego de 18 años de
exilio en España. Una multitudinaria
bienvenida en el Aeropuerto de Ezeiza para su recibimiento lo espera. Esa
fiesta popular que sería una de las mayores concentraciones de gente en la
historia argentina, pronto se tiñó de
rojo carmesí. La rivalidad entre la derecha y la izquierda peronista. Las
balas, los heridos, las corridas y los cuerpos tendidos en el suelo. La
Burocracia Sindical mostrando su poderío.Yo sabía cómo había pasado todo eso porque
lo había leído en el libro “Un enemigo para la nación” de Marina Franco, en
donde la autora cuenta la emboscada que le tendieron los sectores de derecha
encargados de la organización del acto, y que fueron quienes comenzaron el
enfrentamiento atacando a las facciones de la JP (Juventud Peronista) que estaban
vinculadas con Montoneros y las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), quienes
fueran recibidas a los tiros por grupos políticos y sindicales del ala
tradicional del movimiento. Sergio no puede evitar conmoverse, no hizo falta
que nadie dijera nada. Respiró profundo y dijo:
-Ese día habíamos preparado unos volantes con una frase muy bonita de
Evita para repartir entre la gente: “Para los que resisten la evidencia de un
proceso o calumnian lo que NO COMPRENDEN O PREFIEREN CALLAR…Son los que no
recorren sino caminos conocidos, los inventores de la palabra prudencia, los
que nunca quieren comprometerse, los cobardes, que nunca se juegan por una
causa ni por nadie, los que no aman porque para ellos el amor es una
exageración y una ridiculez…”.
Me sentí chiquito ante tanta
historia vivida, y la tenía ahí, en frente mío, insoportablemente viva,
latiendo. Con un hombre que me narraba su pasado y que no me era tan ajeno.
Entonces me cuenta la complicada historia de amor entre Héctor y Rubén, a
quienes amé después de conocerlos.
Héctor era activista dentro
del FLH, en tanto Rubén era un tapado que formaba parte de los cuadros de
Montoneros. Y me comenta:
-Ser puto en los 70 no era como es ahora. Ustedes se creen muy valientes
por ir de la mano en la calle o darse un beso en público. Pero en esa época
había que ser muy valiente para asumirse puto públicamente. Se hablaba mucho de
“patria socialista”, pero pocos estaban dispuestos a socializar el culo, como
decía la Perlongher.
Entonces me cuenta del
discurso conservador de Montoneros que remarcaba los valores de la familia
argentina como el rector de una sociedad ideal, en donde la homosexualidad y el
placer por el placer mismo, eran vistos como valores imperialistas que buscaban
la destrucción de la familia. Y que bajo estas condiciones el amor entre dos
hombres solo podía existir en la clandestinidad, y que fue así como Héctor y
Rubén lo vivieron hasta que todo se puso peor. Que la vuelta de El Viejo fue el
comienzo del final para muchos. Y que la mella la encendió el teniente coronel
Jorge Osinde, uno de los responsables de la masacre de Ezeiza, que acusó a los
miembros de la Juventud Peronista y a Montoneros de “homosexuales y
drogadictos”. Y que la respuesta de estos no se hizo esperar y pronto crearon
la consigna que echaría por tierra cualquier posibilidad de entendimiento entre
el FLH y el peronismo a la viva voz de: “No
somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros”. Y
añadió: “Recuerdo bien ese día y la cara
perpleja del pobre Tito cuando vio pasar a Rubén gritando esa frase que era
como un puñal en el corazón. El amor se le hizo trizas”.
Y efectivamente no estaba
equivocado Sergio, lo que vendría sería más jodido.Los grupos enfrentados
tenían por un lado a los que abogaban por una “una patria socialista”, a
quienes se los conocía como la Tendencia Revolucionaria, integrada por grupos
juveniles, organizaciones armadas, un ala combativa del sindicalismo,
intelectuales y diversas fuerzas que venían de la izquierda. Y por otro lado, a
quienes reivindicaban una “patria peronista”, los sectores de derecha
conformados por la mayoría de la rama sindical, también conocidos como la
burocracia sindical, que era el peronismo tradicional, algunos grupos de
extrema derecha, y grupos anticomunistas y de seguridad ligados a López Rega. La
burocracia sindical que había sido una barrera de contención durante los
últimos años, con el giro a la derecha se convirtió en el instrumento del
Estado Burocrático Autoritario.
-Pero no nos dimos por vencidos. Seguimos insistiendo y
visibilizándonos. El 1 de mayo del 74 fuimos a la Plaza nuevamente. Esa sería
nuestra última aparición pública porque todo se iba a poner muy pesado para
todos.
Fue el momento del cisma, el
punto sin retorno. Allí se produjo la ruptura de Montoneros con el movimiento peronista
durante el acto por el Día del Trabajador en la Plaza de Mayo. Ese día, a pesar
de las medidas tomadas por El Viejo, la guerra de cánticos antagónicos no
cesaba. Las columnas de la Tendencia coreaban a viva voz: “Qué pasa general/está lleno de gorilas el gobierno popular”, la
respuesta del viejo no se hizo esperar y les respondió tratándolos de
“estúpidos” e “imberbes”. El duro discurso de El Viejo no tuvo sutilezas ni
escatimó en agravios para la multitud y sin rodeos dijo las cosas que pensaba: “¡Compañeros! Hace veinte años que en este
mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los
trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus
organizaciones, porque se venían tiempos difíciles”, y continúo: “No me equivoqué ni en la apreciación de
los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se
mantuvo a través de veinte años, ¡pese a estos estúpidos que gritan!”, en
obvia referencia a Montoneros. Agregando:
“Decía que a través de veinte años, la organizaciones sindicales se han
mantenido inamovibles. ¡Y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más
méritos que los que lucharon durante veinte años!”. Y sentenció: “¡Compañeros! Nos hemos reunido nueve años
en esta misma plaza, y en esta misma plaza hemos estado todos de acuerdo en la
lucha que hemos realizado por la reivindicaciones del pueblo argentino. Ahora
resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes
con todo lo que hemos hecho”.
Sergio me contó lo que sintió
en ese momento:
-Nos quedamos mudos. El Viejo les había dicho “estúpidos” e “imberbes” a
todos esos muchachos que habían consagrado su vida a él, que habían abandonado
su vida personal para luchar por una patria mejor que era lo que les había
prometido. Que habían tomado las armas y matado por él. ¿Y ese viejo de mierda
prefería quedarse con la derecha conservadora? Busqué a Tito para encontrar
alguna respuesta, pero él ya no estaba en la plaza.
Supe que tras el duro
cachetazo recibido la multitud solo atinó a responder con el cántico: “¡Montoneros carajo!”.Y que una vez recibidos
los insultos, los cerca de setenta mil manifestantes ligados a la Tendencia
abandonaron la plaza. Sería el principio del fin de una manera de hacer
política. El fin de la relación del
padre que echa a sus hijos de la casa y jamás será perdonado.
-Después todo se fue a la mierda. La ortodoxia partidaria comenzó una
persecución que tenía por objetivo “depurar” y “poner en orden el peronismo”
por medio de la eliminación del “enemigo interno” y los “infiltrados”. Y los
putos caímos en la volteada. No entrabamos en el modelo de patria peronista. Desde
arriba se hizo el llamado a una guerra
santa contra el marxismo, por medio del cual exigían la reafirmación
doctrinaria para esclarecer las diferencias ideológicas entre el peronismo y el
marxismo. Ahí, todos pasamos a ser potenciales “subversivos”, fueras de derecha
o izquierda.
Sergio no pierde su gracia
mientras habla de sus días en cautiverio, pero evita dar detalles de cómo se lo
chupó la Tiple A y como logró salir ileso. Yo tampoco se los pido, sé muy bien
como trabajaban los hombres de López Rega. Pero me cuenta la situación final de
otros
-Después de la muerte de El Viejo y el ascenso de Isabel al poder, ya
ningún lugar era seguro para nadie. Mi
amigo Héctor se fue del país en el 76, cuando los putos empezamos a ser vistos
como subversivos. Tenía el corazón partido. Hace como diez años atrás estuvo
por acá, es un escritor famoso que trabajó para Hollywood, pero no pude verlo
en esa visita. Después de ese viaje desapareció del mundo del espectáculo. Su
novio Rubén está desaparecido todavía, supe que tuvo un hijo con una compañera
de Montoneros de nombre Mónica, pero el hijo nunca apareció. A la gorda Marta,
una amiga en común la tiraron al Río de la Plata desde un avión, pobre gorda,
era divina. Y con los chicos del FLH ya casi no tengo contacto, muchos murieron
en el exilio. Yo estuve viviendo en París hasta 1984 cuando decidí volver.
La noche llena el cielo de
estrellas y salimos al balcón a fumar un cigarrillo. La luna redonda parecía
sonreírnos con su blanca palidez. El humo se dispersaba con el aliento frío del
invierno en una Buenos Aires altanera como siempre.Sergio que era un zorro
viejo sabía que era un polvo perdido, que lo libidinal se había disipado. No
hacía falta que yo le dijera que entre los dos no habría contacto físico esa
noche. A ninguno nos incomodó, continuamos mirando el cielo. Entonces comprendí
que lo que él quería era simplemente hablar para que esa historia siguiera viva
en otras generaciones y no muriera en la prisión del olvido, para que no despareciera
como desparecieron los “suyos” sin que nadie los buscara. Para que esas voces
desparecidas siguieran cantando la más maravillosa música.
BIBLIOGRAFÍA:
-“La
Más Maravillosa Música (Una Historia de Amor Peronista)”.
OSVALDO BAZÁN
-“Un
Enemigo para la Nación”.
MARINA FRANCO
-“Historia de las Clases Populares en la Argentina desde 1880 hasta 2003”.
EZEQUIEL ADAMOSVSKY
-“Fiestas, Baños y Exilios. Los Gays
Porteños en la Última Dictadura Militar”. ALEJANDRO
MORDARELLI-FLAVIO RAPISARDI